LA PLAYA: OTRA ELECCION

 Huyendo de la politiquería que cuelga de las farolas, con toda esa exhibición de sonrisas somardas, nos hemos venido hasta la playa. Y aquí estamos, sentados en el balcón de una habitación de Hotel, refugiados de la lluvia ácida electoral. Estamos trazando planes para las próximas horas, mientras nos refocilamos viendo como el sol declina en el horizonte de un mar cobrizo y devoramos todas las existencias de cerveza y cacahuetes del mini-bar.

Cuando anochezca saldremos a la calle para reencontrarnos con  viejos lugares conocidos. Ese pequeño restaurante destartalado donde en una tarde que llovía, nos reconciliamos por enésima vez. El bar del holandés albino, con su catamarán despiezado al fondo, junto a los baños, donde beberemos a pequeños sorbos chupitos de ron y hablaremos con nuestro amigo, de la pereza y del veneno áspero de los celos. O ese pequeño escondite junto a la palmera del paseo marítimo, donde una noche garabateamos un dibujo secreto que debería durar toda la eternidad.

Por las mañana, tomaremos café en la terraza de El Ancla, frente al mar de toda nuestra vida y leeremos. Yo a Don Winslow y Beatriz un tocho de un francés muy estirado, André Comte-Sponville; un tipo especializado en vender pildoras para la felicidad.

Luego alquilaremos unas “bicis” y nos iremos hasta el faro, donde en una pequeña tasca, con fotos de viejos cascarones de pesca y tiestos con glicinia, comeremos chipirones y esos pinchos de gamba, mango y eneldo que son la especialidad del chiringuito.

Mas tarde, tumbados en la arena, vestidos y aletargados, trataremos de borrar los fantasmas. Ella jugueteando con su nuevo móvil; yo escuchando LUSH LIFE

( Vida Lujuriosa); una esquirla de las dos horas de música encriptada que me he traído para estos días caprichosos.

Al final de la tarde, nos sumergiremos en el jacuzzi preparándonos para otra larga noche que prolongaremos hasta el hartazgo. Y etcétera.

En fin, un meticuloso desguace antes de volver a casa y a los últimos bramidos de la politiquería. Por suerte, nuestra densa geografía de secuelas playeras tan solo soportará tisanas y paracetamoles. Nada más. Al fondo, los jadeos de la casta y  los movimientos tutti frutti apenas nos lastimarán. Debajo de los adoquines sigue estando  la playa.

"sous les pavés, la plage" -Mayo del 68


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