El lugar común es el tedio de este calor insoportable. La noche ecuatoriana y las basuras humeantes. Pero también, la política en la Nación menguante adquiere en esta hora desnuda, la visceralidad del plomo derramado sobre las heridas. El calor nos extingue: lo advierto en todos esos rostros inflamados y en las retóricas de los zombies. También en las columnas de los periódicos y en las prosas de los tertulianos de las distintas tribus. En esta tarde de Agosto, nos invade el fuego en los páramos de las ciudades desiertas y en las intrigas de las élites y sus deleznables sectas.
Cuando el Sol nos abandona piadoso hasta mañana, salgo de la Jaula e intento pasear sin quemarme. Me he bebido dos tazas de limón, agua y vinagre de manzana porque he escuchado que es bueno para el tránsito intestinal; me he comido un puñado de pistachos y durante una hora temblorosa he leído a SÁNDOR MÁRAI hablar de la muerte y la memoria. Estoy preparado para dejarme llevar por este mar de mercurio desencadenado.
Mientras camino entre los escombros me van asaltando nombres propios que se han cebado hoy conmigo: El ya clásico artículo lúcido, ácido y anti-pepero de Espada; un gestor deportivo que se llama Cordero; el agua Cabreiroá; un trozo de trenza de Almudevar; el Hotel Silken; una mujer que se apellida Hermoso y un tipo grasiento de nombre Aitor y al que confundo siempre con un batracio…Hay unos cuanto más…. Todos relieves efímeros. Paisajes.
Y enseguida la noche. Otra vez insomne y guineana a pesar de las gominolas de Melatonina , el ventilador de aspas y la irrebatible necesidad de olvidarme de este día cuanto antes.