NOCTURNO

Ploc…, ploc.. ploc…En el inframundo de las tuberías hay un eco que gorgotea desanimado. Sin embargo, lo escucho con un cierto alivio satisfecho dado que me parece un misterio que augura, un síntoma y esa posibilidad siempre es un estímulo. Algo no se pudre y necesita sentirse vivo. No sé…

Es de noche. Entre las tres y las cuatro. El silencio es de una densidad magnífica, nutre alguna fase significante de mí insomnio impecable. Me fascina la exactitud cronométrica de esta secuencia repetida. Cada noche. Desde un pasado remoto. Modélica y, al tiempo, miserable. No sé…

Me levanto y camino hacia la cocina. Abro a oscuras la nevera. Bebo un trago largo de leche y mastico una fresa. Pienso: Qué día es luego? Y qué tengo que hacer ? Pero es una estricta perdida de tiempo: No me interesa. No sé…

Me siento en el Strandmon, conecto el IPad y me sumerjo en las tribulaciones de MAYOR OF THE KINGSTOWN, mí peyote en esta hora vacilante. Abajo en el asfalto se sobreentiende el murmullo de la soledad y brilla alguna luz azul. No altera mí ecosistema hindú donde no pernocta ni el dolor ni el deseo. No sé… PlocPlocPloc

EASY DOES IT

La vieja ciudad se mece ondulante. Anouar Brahem pinta figuras en el muermo. Seda y arena. Es el tiempo de los mil propósitos y cuidar la piel a tiras. Todo es posible aunque no presiento un atisbo de viento huracanado en mí voluntad. No hay precisión ni trastorno. Solo una bruma impasible sin deseo. Bien es verdad que a esta hora no sudo ni aúllo al despótico cielo brutalmente oscuro.

El sabor de la jornada es la acritud del rábano y la espuma Yves Rocher, el tacto de una pared áspera y los ojos de una china que me ha ofendido con un café indigno. He leído una columna irritante sobre el fulgor de un lerdo y una Tercera de Albiac. Apenas he gastado dinero y me he enamorado tres veces de esas siluetas fugaces que no volveré a ver jamás

Este es el mes de los análisis clínicos y de las frustraciones. Tal vez de algún viaje desusado y alguna estridencia que colme media docena de instantes. Y esas conversaciones de vapor y suspicacia en las horas de la sombra y la renuncia. Y, sobre todo, del hedor de todos esos personajes públicos que aúllan ante el espejo y siempre están ahí.

Mientras espero las tormentas.