FACETIMEGNOSIS

Un día de éstos, turbios y calcinados, intenté charlar con un prójimo a través de FaceTime y no fue posible. Simplemente, miré el rostro perplejo que aparecía en las 13.3″ pulgadas de mí artefacto de JOBS y comprendí que ya era un alienígena en este planetario. Mejor ocultarme que mostrarme.

Sin embargo, la Pandemiología exhibe a diario que esta fórmula es una adicción . Todo el mundo habla, habla y habla, a través del cristal líquido con la ansiedad de un déspota fetichista (exacto, como ése mismo en el que piensas…).

Conclusión: Sólo si te administras una sesión FaceTimera como una erupción bestia de dopamina, una parafilia o una terapia de Mezcal podrás salir ileso del engranaje. Y ya no tengo edad.

SECUELAS

Pero no renuncio; a fin de cuentas soy otro simio turulato. Conecto el chisme una y otra vez y allí está provocándome la FaceTimenopsis, o sus primos Skype, Dúo o el Zoom ese... Pero en el nanosegundo que asoma mí rostro anonadado en los pixeles , doy por sentado que mejor envío un whatsapp telegráfico al interlocutor cualquiera que esté al otro lado y evitemos una cháchara tal vez injustificada. No siempre tengo algo que decir inteligente, afectivo o gracioso mientras ensayo un rictus persuasivo. Básicamente, soy personal risk y algo glosolalia.