Escucho teclear mientras me demoro escrutando las grietas de la mesa y los pequeños bulbos de la pared. Ardemos, sí, pero ya no es noticia en mi páramo de enzimas. Ni siquiera es una sensación malsana. Solo un accidente inevitable y, a lo mejor, inédito…según los expertos. Ja,ja,ja… Es tan ridícula toda esa saliva perentoria que se pierde en la ceniza de los días.
Necesitaría ser morfinómano o criminal para sugerir que el pulso diario en este tiempo es la inercia del reloj. No, no es suficiente. Tampoco una amenaza o el sadismo. Se parece más bien a un crepúsculo lento y porfiado. Oscuridad al final del acantilado donde mora Xi Jinping
Bah… nada que, no sé…Fun Lovin’ Criminals pueda suturar. A ello me pongo. Antes bebo agua ligeramente aliñada con limón y una pastilla azul.
Hace mucho tiempo leí un Krakauer y más tarde lo olvidé mientras crepitaba en el horno. Pero fue plasma e insidia. Un fermento que todavía permanece en todas esas artimañas que cultivo tan meticuloso. Era tan sensible a los espumarajos. Luego llegarían las nubes y los ojos azules. Y aquí estamos.